El madrileño puerto
de Navacerrada
donde las dos Castillas
sus brazos alzan
y en sus más altas cumbres
se unen y hermanan
nos brinda el espectáculo
de su piel blanca.
Ventiscas de diamantes
que el frío abrasa,
espléndidos pinares,
perlas en ramas,
raquetas en la estela
de las pisadas.
Salvaje naturaleza
que te embriaga,
ímpetu del viento,
nieve en la cara,
intrincados caminos,
bosques, bajadas,
carámbanos de hielo,
sendas de plata
y Cogorros que ofrece
calor y calma,
el querido refugio
de la montaña.
Desolada y amable,
sonriente y trágica,
poderosa e indómita
¡Navacerrada!
... en 2008! |
¡Hasta pronto, amigos!
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