Desde la más alta torre
de la soberbia Alcazaba
zarpar miraba un navío
una princesa cristiana.
Llevaba sus cien doncellas
hacia las costas de África
para el harén del sultán,
en la tierra mahometana.
Ese será mi destino
tristemente sollozaba,
sus encantadores ojos
empañados por las lágrimas.
En el frondoso jardín
que escondía la muralla
escuchábase el rumor
hipnotizante del agua.
Las rosas y buganvillas
su colorido brindaban,
en las ramas de los árboles
florecían las granadas.
Soñaba la hermosa niña
en su estancia solitaria
con los campos de Castilla
que atrás un día dejara.
Con aquellos fríos páramos
y con sus vegas doradas,
con el amor que dejó
y que jamás olvidara.
Un día azul de verano
cuando el calor abrasaba
y a sus pies toda Almería
orgullosa se postraba.
Fue muchos siglos atrás,
mas así lo imaginaba
al cruzar aquellas puertas
una tarde soleada.
Tal vez aquí mismo estuvo
en esta piedra sentada,
nuestra dama de leyenda,
noble, fiel y enamorada.
Este mismo mar miró
radiante tras la ventana,
desde la más alta torre
de la soberbia Alcazaba.
© A. Manrique Cerrato.- 2014
Hace unos años que la visité por última vez. Con esa eran dos las veces que subí la empinada cuesta hasta llegar a su entrada. Hace muy poco estuve en Aguadulce y aunque hice varias visitas a Almería no llegué a dar un paseo por esa zona.
ResponderEliminarBesos
Sí, la verdad es que hay que esforzarse un poco pero merece la pena. Muchas gracias por tu visita y comentario. Un abrazo
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